Las noticias falsas “son diabólicas”. Lo ha dicho el Papa Francisco este miércoles, el día en el que los periodistas festejamos –como cada año– a nuestro santo patrón, San Francisco de Sales, con agua azucarada y un snack.
Hace tiempo que el alcohol y el tabaco fueron desterrados de las redacciones como material de productividad. Nada como en aquellas joyas del cine de Howard Hawks y Billy Wilder, Luna nueva y Primera plana, en las que los redactores escribían sus crónicas entre nubarrones de humo y montañas de botellas de licor. Esas eran otras prácticas endemoniadas, pero no tenían intenciones ocultas más allá de maltratar seriamente la propia salud.
Ahora hablamos de otro tipo de intenciones endiabladas, las de aquellos que difunden falsedades motivados, según Francisco, por “la codicia” y “la sed de poder”.
Por desgracia, en toda la historia de la humanidad esos impulsos no han faltado entre los seres humanos, pero es ahora, en el siglo XXI de nuestra era, cuando nos planteamos cómo frenar en seco la escandalosa divulgación redundante de la mentira. Algo ha cambiado en los últimos 20 años y se llama redes sociales. No es que ellas sean malas, pero sus características son un escenario idóneo para la desinformación.
La velocidad de difusión de un mensaje a cualquier punto del mundo es tan rápida que una vez lanzado un bulo, este se reproduce como un virus, sin anticuerpo alguno que lo frene. De poco suele servir recurrir a neutralizar la mentira con una verdad.
Francisco acierta cuando dice que “ninguna desinformación es inocua”, porque contribuye a crear opiniones en las personas a partir de conceptos equivocados, deliberadamente falsos. Una vez inoculado el veneno, es muy difícil extraerlo de una mente. Advierte por eso el Papa que “incluso una distorsión de la verdad aparentemente leve puede tener efectos peligrosos”.
Una de las conclusiones de Francisco es que “el drama de la desinformación es el desacreditar al otro, el presentarlo como enemigo, hasta llegar a la demonización que favorece los conflictos”. ¿Les suena de algo? Cada persona puede ver en esa máxima algún asunto de la actualidad.
Cuanto más interés tiene alguien en hacer viral una determinada información que descalifica a otro por una red social, más cerca está él mismo de actuar con intereses satánicos. Vade retro.