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María Marcos, la mujer que vela por el presidente

    La primera mujer encargada de la seguridad de la Moncloa es una comisaria de Barcelona con más de tres décadas de oficio

    Zamorana de nacimiento, María Marcos (Villafáfila, 1961) se siente de Barcelona. Es la ciudad donde ha vivido desde que tenía tres años, donde nació su hija y donde sigue manteniendo su casa, aunque por motivos de trabajo se trasladó hace unos años a Madrid.

    Y aquí seguirá. Policía de profesión, desde hace dos semanas Marcos es la directora del Departamento de la Seguridad de la Presidencia del Gobierno. Es un cargo que antes que ella sólo habían ejercido hombres, por lo que su nombramiento es también un avance en materia de igualdad. Marcos se encarga de la seguridad del presidente, Pedro Sánchez, y de su familia, de la vicepresidenta Carmen Calvo y de su familia, y de las instalaciones del palacio de la Moncloa.

    Le gusta cocinar para sus amigos y es una fiel lectora de las andanzas de su ‘colega’ de ficción Montalbano

    Confiesa que nunca había pensado que le sería asignada esta responsabilidad, que ha asumido con ilusión y sentido del deber, explica, y para cuyo ejercicio cuenta con la extrema profesionalidad de todas las personas implicadas,.

    Marcos decidió hacerse policía cuando tenía veinte años. Pero no por vocación, admite. Fue su cuñado, el marido de su hermana mayor, inspector jefe de la Policía Nacional, quien la animó a hacerse policía. En aquellos años no había muchas mujeres en el cuerpo y cuando María le preguntó qué hacían las mujeres en la Policía, la respuesta de su cuñado la acabó de convencer: “¡Pues qué van a hacer, lo mismo que nosotros!”, le dijo. Hizo las oposiciones y en 1982 ingresó.

    Después de pasar por la Escuela de la Policía de Ávila, fue destinada a Pamplona y en cuanto pudo, explica, pidió el traslado a Barcelona para volver a casa. Su marido, también policía, al que había conocido durante su etapa de formación en Ávila, se fue con ella. En la capital catalana también nació su hija. Ambos hicieron carrera allí, pero llegó un momento que tuvieron que trasladarse a Madrid, para seguir el curso de formación para ascender a comisario. Tras aprobarlo, los dos fueron destinados a los servicios centrales. Sucesivos ascensos les siguieron reteniendo en Madrid, aunque siempre han mantenido su casa en Barcelona.

    En el ejercicio de su profesión se ha sentido tratada por sus jefes igual que sus compañeros hombres

    Ella tenía tres años cuando su familia hizo las maletas rumbo a la capital catalana, aunque todos los veranos regresaban a Zamora. Su padre había seguido los pasos de otros familiares y se presentó a oposiciones para ser bombero en el Ayuntamiento de Barcelona. Ganó la plaza y tocó traslado: los padres, una hermana, un hermano y ella. Y siempre se han sentido muy a gusto en Barcelona, donde su padre sigue viviendo.

    Asegura que se siente catalana y recuerda que, siendo una niña, todos los días su madre la mandaba al mercado, cuando vivían en Sant Boi de Llobregat, a comprar La Vanguardia. Subraya lo orgullosa que se siente de ser bilingüe y explica que aunque su idioma materno era el castellano, que es también la lengua que se hablaba en aquellos años setenta en el colegio, en cuanto salían al patio o iban al comedor hablaban en catalán y también la misa en el colegio de monjas al que ella iba era en catalán y es igualmente la lengua que hablaban cuando bajaba a jugar a la calle.

    Aunque su vida profesional fue muy en paralelo a la de su marido, en el caso de María Marcos tuvo la peculiaridad de que fue pionera en ocupar diversos puestos que hasta su llegada sólo había ejercido hombres. Fue la primera mujer en dirigir el Centro de Inteligencia contra el Crimen Organizado (CICO) y la primera jefa de la unidad de delincuencia especializada y violenta. Esta es la responsabilidad que tenía cuando hace dos semanas la llamaron para hacerse cargo de la seguridad de la Moncloa. También había sido la segunda mujer al frente de una jefatura provincial. Y es una de las siete comisarias principales del Cuerpo Nacional de Policía.

    Zamorana de nacimiento, María Marcos (Villafáfila, 1961) se siente de Barcelona. Es la ciudad donde ha vivido desde que tenía tres años, donde nació su hija y donde sigue manteniendo su casa, aunque por motivos de trabajo se trasladó hace unos años a Madrid.

    Y aquí seguirá. Policía de profesión, desde hace dos semanas Marcos es la directora del Departamento de la Seguridad de la Presidencia del Gobierno. Es un cargo que antes que ella sólo habían ejercido hombres, por lo que su nombramiento es también un avance en materia de igualdad. Marcos se encarga de la seguridad del presidente, Pedro Sánchez, y de su familia, de la vicepresidenta Carmen Calvo y de su familia, y de las instalaciones del palacio de la Moncloa.

    Confiesa que nunca había pensado que le sería asignada esta responsabilidad, que ha asumido con ilusión y sentido del deber, explica, y para cuyo ejercicio cuenta con la extrema profesionalidad de todas las personas implicadas,.

    Marcos decidió hacerse policía cuando tenía veinte años. Pero no por vocación, admite. Fue su cuñado, el marido de su hermana mayor, inspector jefe de la Policía Nacional, quien la animó a hacerse policía. En aquellos años no había muchas mujeres en el cuerpo y cuando María le preguntó qué hacían las mujeres en la Policía, la respuesta de su cuñado la acabó de convencer: “¡Pues qué van a hacer, lo mismo que nosotros!”, le dijo. Hizo las oposiciones y en 1982 ingresó.

    Después de pasar por la Escuela de la Policía de Ávila, fue destinada a Pamplona y en cuanto pudo, explica, pidió el traslado a Barcelona para volver a casa. Su marido, también policía, al que había conocido durante su etapa de formación en Ávila, se fue con ella. En la capital catalana también nació su hija. Ambos hicieron carrera allí, pero llegó un momento que tuvieron que trasladarse a Madrid, para seguir el curso de formación para ascender a comisario. Tras aprobarlo, los dos fueron destinados a los servicios centrales. Sucesivos ascensos les siguieron reteniendo en Madrid, aunque siempre han mantenido su casa en Barcelona.

    Ella tenía tres años cuando su familia hizo las maletas rumbo a la capital catalana, aunque todos los veranos regresaban a Zamora. Su padre había seguido los pasos de otros familiares y se presentó a oposiciones para ser bombero en el Ayuntamiento de Barcelona. Ganó la plaza y tocó traslado: los padres, una hermana, un hermano y ella. Y siempre se han sentido muy a gusto en Barcelona, donde su padre sigue viviendo.

    Asegura que se siente catalana y recuerda que, siendo una niña, todos los días su madre la mandaba al mercado, cuando vivían en Sant Boi de Llobregat, a comprar La Vanguardia. Subraya lo orgullosa que se siente de ser bilingüe y explica que aunque su idioma materno era el castellano, que es también la lengua que se hablaba en aquellos años setenta en el colegio, en cuanto salían al patio o iban al comedor hablaban en catalán y también la misa en el colegio de monjas al que ella iba era en catalán y es igualmente la lengua que hablaban cuando bajaba a jugar a la calle.

    Aunque su vida profesional fue muy en paralelo a la de su marido, en el caso de María Marcos tuvo la peculiaridad de que fue pionera en ocupar diversos puestos que hasta su llegada sólo había ejercido hombres. Fue la primera mujer en dirigir el Centro de Inteligencia contra el Crimen Organizado (CICO) y la primera jefa de la unidad de delincuencia especializada y violenta. Esta es la responsabilidad que tenía cuando hace dos semanas la llamaron para hacerse cargo de la seguridad de la Moncloa. También había sido la segunda mujer al frente de una jefatura provincial. Y es una de las siete comisarias principales del Cuerpo Nacional de Policía.

    En su faceta personal, lo que más le gusta es recibir a los amigos en casa y cocinar para ellos. Otra de sus aficiones es leer novelas policíacas, en especial las del comisario Montalbano, de Andrea Camilleri, o las del detective Mario Conde, de Leonardo Padura. Es una lectora tan fiel de las andanzas de Montalbano que este verano se fueron con un grupo de amigos a Sicilia y allí combinaron los escenarios en los que se desenvuelven las novelas con la gastronomía local. Otra afición que confiesa es dormir.

    Asegura que en el ejercicio de su profesión se ha sentido tratada por sus jefes igual que sus compañeros hombres y también siente haber recibido ese trato igualitario por parte de los ciudadanos con los que trata en el ejercicio de su trabajo como policía. “Aunque siempre hay anécdotas”, apunta. Se declara feminista desde bien joven, un feminismo entendido como que hombres y mujeres tengan las mismas oportunidades. Destaca el apoyo que ha recibido de su familia, de sus padres y hermanos, pero especialmente de su marido, para asumir todas las responsabilidades que le han asignado y compagi­narlas con su vida personal. Está convencida de que su marido es feminista, asegura, “porque ejerce como tal”.